Juan Carlos Méndez
@juancarlosmf_

En diversos momentos hemos visto como El Salvador (su gente) ha sido manipulada por sus líderes políticos, empresariales y hasta religiosos, para tapar o destapar hechos acorde a los fines que desean. Esto es muy similar al funcionamiento de una finca o una hacienda, donde existe el dueño que puede también ser el capataz, o en su defecto se designa a alguien, y están también los trabajadores…

La política de nuestra país está desprestigiada, y aunque unos pocos (contados con la mano) estén haciendo bien su labor, esta se ve invisibilizada por los demás políticos que creen que los recursos que llegan al gobierno son ilimitados. A diferencia de una finca, el Estado no genera ingresos, no produce, solo absorbe el dinero de los trabajadores a través de los impuestos; impuestos que en 7 años han aumentado a más de 20.

Se entiende que a algunos les guste esa figura de un Estado que cubra las necesidades básicas de una población: proveer agua, luz, educación, y todavía es mejor cuando esta llega  a los estratos más pobres del país. Lo que no se entiende, y a nosotros nos cuesta entender, es que para que el Gobierno haga sus planes en pro de la población, este debe administrarlos adecuadamente con los impuestos que le llegan.

El problema de esta finca es muy seria: no genera ingresos y tampoco administra bien lo que tiene, o sea, bajo crecimiento económico y alto endeudamiento. Las razones son sencillas: solo el Gobierno para poder operar utilizó en 2015 $3,385 millones, que son $94.5 millones más que el 2014; en 2015 se contrataron 4382 empleados, que son $70.7 millones más que se agregan al pago de salarios del gobierno; en 2015 al Gobierno le entró más dinero , pero su inversión fue solo 2.5% en relación a todo lo que producimos (PIB); la economía no crece del 2.5% desde hace años; y al final todo desemboca en la deuda, que ronda el 62% de nuestros ingresos, o sea que, por cada $100 que entra al gobierno, $62 deberían ser para pago.

Otro problema que existe en esta finca es que les gusta hacer negocios sucios y aprovecharse de los recursos hasta agotarlos. Desde empresarios evasores de impuestos hasta políticos haciendo un “dúo dinámico” para beneficiarse. Políticos que sus patrimonios eran bien bajos, hoy son grandes empresarios, acreedores de terrenos, mansiones, vehículos y hasta armamento. Lo peor, es que el lujo que ahora tienen no es tanto por su trabajo, sino por el aprovechamiento del poder que el Estado otorga. La corrupción no es nueva, siempre ha existido, pero como buenos “sirvientes de finca”, seguimos callando.

En una finca el dueño de la tierra es el que manda. Pero en El Salvador, se supone que la finca es de todos, que elegimos a alguien para que dirija el rumbo de todo lo que se hace, y que debería existir armonía social. Pero no, a quienes elegimos no les gusta que les demandemos más trabajo, mayor seguridad, ellos solo quieren gozar de administrar (mal) el dinero y repartir como crean conveniente.

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Por lo menos los dueños de las verdaderas fincas producen, generan empleo, pero en la finca del Estado salvadoreño, solo hay despilfarro de recursos, ineficiencia en sus servicios y no están haciendo un territorio productivo. Los salvadoreños debemos revelarnos ante estos que quieren hacer del país su finca, si no seguiremos siendo sus esclavos.

*Articulo publicado previamente en Mediolleno

Publicado por Juan Carlos Méndez

Economista en el sector Industrial de El Salvador e interesado en la política.

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